Viviendo el duelo

En el curso de “Generando una Cultura de Paz”, se presenta un listado de necesidades para descubrir si hay una necesidad que llame nuestra atención. Cuando vi por primera vez el listado de necesidades estuve muy sorprendida que “vivir el duelo” se consideraba como una necesidad. Antes, para mí, vivir el duelo tenía relación con la pérdida física de una persona muy querida; pero, con el listado descubrí que vivir el duelo también tiene una gran relación con sueños o metas a los que les hemos puesto mucho amor y entrega.  Cuando un sueño o una meta no se concretiza, ese es el momento de abrirnos para sentir y vivir el duelo.

Por lo general es más común que cuando recibimos una decepción o un golpe por un sueño frustrado, pensamos que lo mejor es pasar página y seguir siendo fuertes, aceptando que por alguna razón pasó. Tener una actitud positiva nos ayuda para superar las dificultades, pero ¿qué pasa con esas otras partes nuestras que están sufriendo, que sienten decepción, tristeza, enojo y resignación?

El recordar el poema La Casa de Huéspedes de Rumi, me ayudó a ir clarificando:

Ser humano es como ser una casa de huéspedes–cada mañana una nueva llegada.

Una alegría, una depresión, una mezquindad, alguna conciencia momentánea viene como un visitante inesperado.

Dales la bienvenida y entretenlos a todos, aunque sean una muchedumbre de penas que violentamente sacan tus muebles.

A pesar de eso, trata cada huésped con honradez.

Puede estar limpiando tu casa para un nuevo deleite.

El pensamiento oscuro, la vergüenza, el rencor, encuéntralos en la puerta riendo, e invítalos a entrar.

Se agradecido de todo el que llegue, porque cada uno ha sido enviado como un guía del más allá.

Desde el año pasado, tuve un gran sueño: viajar a un país para compartir mi experiencia sobre el Focusing con otras personas del mundo. Lamentablemente mi visa tuvo varios contratiempos y muchos papeles que entregar y el tiempo fue muy corto para poderlo resolver. Al percibir esa situación, mis huéspedes  (sentimientos, emociones, necesidades, algos o sensaciones con significado dentro de mi) empezaron a desordenar y quebrar cosas dentro de mi casa, que es mi cuerpo y su proceso vivo.

Lo primero que hice fue ir validando cada uno de ellos. Seguro ustedes preguntarán si eso es fácil. Pues… No es tan fácil cuando no estás acostumbrado a recibir a cada parte que surge dentro de ti. Cuando reconoces que sentir es humano, eso ya es un gran paso.

¿Cómo lo hice?

Paso 1. Primero los fui nombrando, haciendo un listado de mis sentimientos, y así reconociendo que soy más grande que mis sentimientos. Desde este yo más grande, los pude acompañar:

“Algo en mi se siente triste, algo en mi se siente impotente, algo en mi se siente decepcionada, algo en mi se siente enojada.”

También observaba una parte que sentía que había defraudado a las personas que me habían apoyado para el viaje.

Podía notar esa parte de mí que me estaba juzgando y empezaba a sentir culpa, así que pensé “¿qué actitud podía tener ante eso?”  Apareció la palabra COMPRENSIÓN. Eso hizo que algo dentro de mí se sintiera aliviada y acompañada. Ese fue uno de los primeros pasos.

Paso 2. Validé mis lágrimas: una noche me desperté llorando y las lágrimas brotaban como ríos vivos e intensos. Dejé que salieran sin justificarlas, solo me permití sentir correr las lágrimas en mi rostro. Las lágrimas son otra forma en la que el cuerpo busca comunicarse.

Paso 3. El tercer momento fue ir viviendo cada día con lo que surgía: hubieron días donde la aceptación era predominante. Otros, la tristeza se asomaba como una pequeña niña que observaba desde la distancia con cautela. Y otros días donde la alegría y el agradecimiento estaban presentes con diferentes colores.

Paso 4. El último paso fue hacer un ritual, uno con un significado especial para mí: el fuego sagrado y sanador. Dejé que mi ritual me mostrará cómo quería ser. Coloqué seis velas color rojo, amarillo, verde, blanco, negra y azul, que desde la cosmovisión indígena tienen mucho significado. Yo decidí colocar cada una haciendo la forma de un cuadro. Dediqué unas palabras al fuego: “Gracias por todo lo que he logrado este año y también gracias por aquellos planes que no salieron. Gracias que no pude realizar este viaje.” Abracé a cada uno de las partes mías que florecieron a raíz de esa situación. Honré vivir el duelo con paciencia, pero sobre todo con mucho amor–porque la tristeza, el enojo, las lágrimas, el duelo y la frustración son parte de mí y tenían algo muy importante que mostrarme.

Heazel Martínez